Vladimir,
Dylan y un evento contraproducente.
Y allí estaba, tirado en una cama, El glorioso señor Vladimir.
Tal hombre que vivió más que cualquier persona en ese pequeño pueblo al sur del
rincón del mundo. Aquel hombre que sobrevivió a mil tormentas y aquel mismo
hombre que todas las mañanas despertaba con la brisa y el sol del ocaso en sus
ojos. Aquel hombre que todos en aquel pueblo conocían.
Aquel mismo hombre… Hoy, estaba allí, enfermo en una cama de
hospital. El aroma en el aire era escaso al aroma que se sentía de él en la
vida normal. Había una sensación extraña y un tanto siniestra. Una tranquilidad
incomoda que ponía nervioso, esa mañana a todos los animales. Dicen que ellos
saben lo que va a ocurrir... Quién sabe.
Esa mañana fue distinta de las otras. Pero antes de contarles la
historia del señor Vladimir; Voy a contarle la historia de Dylan, un hombre
humilde del mismo pueblo.
Era una mañana de agosto cuando ese día Dylan se levanto de la
cama como hacía varias noches lo hacía; con la nariz en el suelo. Dylan estaba
teniendo pesadillas que incomodaban su estilo tan tranquilo de vida. Una
persona del pueblo, cualquiera; La vecina Carmody; Él señor Dulls o incluso
David…Todos eran vecinos de él, y todos podrían haber jurado que él jamás piso
ese pueblo.
El jamás salía de su casa; Dylan era reservado, muy. Pero esa
mañana, todo lo cambio. Y todo comenzó
con… Una atada de cordones, si.
Esa mañana estaba tan pero tan cansado que olvido atarse los
cordones del zapato de su su pie izquierdo. Él era muy detallista en este tipo
de cosas. Lo interesante y hasta gracioso es que al instante en que bajaba los
pies de su cama, sus zapatos no estaban
en el lugar de siempre, junto a su mesa de luz marrón de maderea de
caoba. Sus zapatos, estaban en sus pies. Muchos dirán que allí es dónde deben
estar.
Pero esa mañana se despertó tan, pero tan desorientado que si
quiera miro el reloj para ir a trabajar.
Dylan se dirigió cuál zombie a una presa segura, hacía su baño.
Tomo su cepillo de dientes y dio, como todas las mañanas desde hace 16 años; 24
cepilladas arriba y abajo y 24 cepilladas por fuera; eran un total de 70. Tenía
calculado; verán, sus padres eran bancarios y inculcaron en su cabeza, que los
números son la base y la punta de la pirámide social y socioeconómica. De esa
forma, desde hace 16 años, y justo en el preciso momento antes de que sus
padres murieran en aquel robo, aprendió que los números, eran la matiz de la
vida.
Después de lavarse los dientes y la cara, se dirigió a paso
torpe hacía la cocina. Puso la pava en la hornalla, pero olvido prenderla.
Por lo cual, ese Dylan, ¡NO
DESAYUNO!
Pero estaba tan pero tan desorientado que poco se dio cuenta de
la situación, y que el no comer ese día y atarse mal los cordones, complicarían
de forma desastrosa, su futuro.
Al mirar su reloj de pulsera, y ver que marcaban casi las 10.
Echo a correr sus píes y en tan solo 4 pasos llego a la puerta. El no presto
atención a lo que había hecho, pero cualquier persona no llega desde la cocina
a su puerta de entrada en 4 simples pasos. Dyla no disfrutaba de la vida y no
diferenciaba una simple acción laboral de una acción tan curiosamente
explendida como la que había ejercido hace tan solo 3 segundos. Sin darle la
mínima importancia que merecía, metió la llave en la cerradura, la abrió
lentamente y los sentidos empezaron a agudizar.
En lo profundo del silencio, se podía sentir la sensación y el
sonido que causaba la cerradura al abrirse; él tan solo pensó que, ver las
cosas lentas y escucha sonidos que el oído humano no pueden captar, eran tan
solo síntomas de una futura jaqueca.
Dejo la puerta con la cerradura a medio abrir y fue a buscar una
pequeña aspirina a su habitación.
.-Esta agua está explendida-. Pensó Dylan… Pero luego de un
segundo de pensarlo, regreso a su actividad laboral…
Después de todos, ya marcaban las 10:15 en su reloj, tenia 15
minutos más para llegar a su oficina, que quedaba en la otra punta del pueblo y
tardaba unos 20 minutos en llegar.
Dylan se dirigió a la puerta y al intentar terminar de abrir la
cerradura, la llave cedió después de tantos años de no reemplazarla… y se
rompió.
Dylan insulto y insulto y insulto sin cesar.
.- ¡PERO POR QUÉ PASA ESTO! ¡POR QUÉ!...-.
Luego de varios insultos que no corresponde si quiera
escribirlos, abrió la ventana de su baño, trepo sobre el vidette y salto al
exterior.
Al llegar a la acera, se detuvo 2 segundos y medio para
corroborar que tenía todo en sus bolsillos…
Como todo estaba en orden, emprendió camino, esprintando a más
no poder hacía su trabajo.
Camino al
trabajo.
Corría…corría y corría. Pero corría tan rápido, que todos los
vecinos de su barrio no podía verle la cara. Muchos llegaron a pensar que era
un ladrón, otros que era un vagabundo demente y otros que estaba herido.
Corría tan rápido que la corbata roja que tenia, se desvanecía
en la perspectiva de cualquiera que lo miraba…y llegaba a parecer sangre,
sangre espesa.
Luego de haber corrido tanto, se cruza con una esquina, el
pretendía seguir corriendo y así fue.
Al instante en que piso con su pie izquierdo la acera, un coche
desde su extremo derecho surgió, mientras que otro de su extremo izquierdo, a
mayor velocidad que el derecho.
Los conductores quedaron tan atónitos, que al instante
pretendieron frenar. El de la derecha estaba tan nervioso que en lugar de pisar
el freno. Piso con ambos pies el acelerador y el conductor izquierdo, estaba
tan nervioso, de la misma, incluso aún más que el derecho. Qué piso el freno,
pero al mismo instante giro el volante de tal manera que el coche giro en unos
noventa grados.
El coche izquierdo volaba. Las personas a su alrededor miraban y
sus ojos estaban fijos en Dylan que aún seguía corriendo hacía el otro extremo
de la calle.
En ese preciso momento, el auto que volaba calló justo encima
del derecho…Pero como el conductor del auto azul, derecho. Estaba tan pero tan
nervioso y aún sus pies seguían en el acelerador. Tomo tal velocidad, que el
auto que impacto desde el aire en su frente, no lo detuvo.
El conductor derecho siguió avanzando. De forma que el auto
izquierdo que estaba incrustado en su parte delantera, fue arrastrado con tal
fuerza que impacto a Dylan, empujándolo varios metros hacia adelante. Pero
paren, esto no termina aquí.
En esa misma calle…había un pequeño bache. Ustedes dirán, ¿Qué
hay con eso?
Pero hay mucho. La semana anterior, un grupo de constructores
arreglaba la calle…Pero a punto de terminarla, 2 autos empezaron a tocar
bocinas sin cesar. Eran los mismos coches y los mismos conductores que en este
momento tenían el accidente.
Así que… Si una semana atrás, esos hombres tan impacientes
hubiesen empleado un poco de paciencia a lo que el trabajador estaba haciendo.
En este preciso instante, podrían haberse salvado…y a Dylan. Que aún seguía con
vida y aún seguía moviéndose por la inercia y el impacto.
En ese preciso momento, ese bache, todo lo cambio. El auto del
conductor derecho que estaba siendo arrastrado, topo con ese tan insignificante
y pequeño bache. Ocasionando que una insignificante también caña de pescar en
el interior del coche del conductor. Frenara el auto bruscamente,
Era una caña de pescar marca Shimano. Una de las marcas más aclamadas por los
pescadores, y sus anuncios al parecer no mentían.
¡LAS MEJORES CAÑAS DE PESCAR,
TAN DURAS COMO EL ROBLE!
La teoría…fue comprobada.
Pues la caña se trabo en ese
insignificante bache y freno el auto dado vuelta. El conductor derecho aún
seguía avanzando y cuando por fin pudo pisar el freno, fue tal el impacto que,
volvemos a la inercia. El auto empezó a elevarse por encima de su parte
trasera. Voló de tal forma y casi tan impactante como voló el primer auto, que
todos los testigos en esa zona, creyeron estar en un set de película
Hollywoodense. Pero no era así, el auto giro y giro por los aires y su
conductor inconsciente.
El auto giro. Y en el otro
extremo Dylan estaba mal herido.
Con las fuerzas que quedaron en
su último suspiro, levanto el brazo en el que tenía el reloj pulsera y miro la
hora…
10:20. Se preocupo tanto que
movió la cabeza de lado al lado y justo, metros a su derecha se encontraba el
BAR Talimbur. Una pequeña taberna local que tenia puertas de cristal.
La mirada de Dylan se planto en
un gran reloj digital de pared, gigante, incluso más que una cabeza de bebé.
La hora que marcaba ese reloj,
eran las 9:30. Dylan se preocupo, pero al no darle importancia volteo la cabeza
y miro hacía el cielo y las nubes eran azules.
En ese preciso instante, la
vista fue tapada por el coche que se dirigía hacía el.
Lo interesante, curioso, sádico
y morbo de esta situación. Fue que él no le dio importancia al reloj de pared
que marcaban las 10:30. Pero una mano salió del auto que se dirigía hacía a él
desde metros en el cielo.
Un reloj digital de pulsera
negro, marcaban las 10:30. El siguió sin aceptar el hecho de que se había
equivocado. Pero la radio del conductor aún seguía prendida, una voz de locutor
de un programa de una estación que él no reconocía; un tanto extraño, ya que
pasaba sus horas de descanso escuchando radio; marcó las 10:01 de la mañana.
En ese preciso instante, dio
cuenta la cabeza de Dylan. Que la noche anterior, había marcado su reloj una
hora y quince minutos tarde sin querer al acostarse. El jamás se dormía con su
reloj, pero la noche anterior llego tan pero tan cansado, que su reloj continuó
en su muñeca. Y al apoyarse sobre el display de botones, adelanto la hora sin
querer, y quince minutos más tarde.
Dylan lloro con una sola
lagrima y el auto seguía apróximandose hacía a él.
Cerró los ojos lentamente y el
final es inevitable.
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